jueves, 30 de mayo de 2013


Un día a mediados de febrero 2012

El atardecer en su esplendor dorado.

La arena es una alfombra dibujada con gráciles pisadas

de las gaviotas, las olas se apaciguan al llegar a la orilla,

dejando rescoldos de agua, emulando trasparentes espejos

en la lisa playa.

La brisa impregnaba la piel con ese húmedo e impercepti-

ble olor a mar, el mas salado de los perfumes.

El rumor de las olas llegando incesante me aporta una sen-

sación  acunante y un sentimiento de sosegada energía.

El sol, una aureola grande, en su fulgor marchito, por la ca-

ída de la tarde, impregnaba nuestras retinas de fascinación.  

¡Nos fuimos! sintiendo crujir la húmeda arena bajo nuestras

huellas y pensando que hermosa que es la playa en invierno.

Que magnífico paseo para relajarse y sentirse en paz con la

vida.

                                                                      Puri    

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